COMBATIENDO LA MATA QUE SÍ MATA
Asistí a un encuentro en el parque Arví
para hablar sobre la amenaza que entraña la presencia del ojo de poeta, otra mata
que sí mata, en nuestros predios y en nuestros bosques nativos. Me alegró
atestiguar los esfuerzos que varias entidades, investigadores y particulares
están haciendo para tratar de contener su avance voraz, que está menguando
nuestras reservas forestales a pasos agigantados.
Sin embargo, hasta la fecha, los resultados han sido
incipientes, y los avances solo contrarrestan su reproducción en una proporción
mínima respecto al territorio que sigue conquistando. Mientras se limpia un
metro, el “hijuepueta ojo" invade mil. Todos los consejos de quienes vienen
monitoreándolo y combatiéndolo se limitan a la erradicación manual, pues los
matamalezas que logran neutralizarlo producen efectos bastante dañinos en el
entorno donde se aplican, y las quemas –así sean controladas– pueden resultar
fatales si se salen de las manos. Para colmo, se ha comprobado que, por ser
rastrero, algunas de sus lianas y sus semillas permanecen enterradas y
protegidas por la vegetación circundante, y sobreviven incluso a los incendios.
Al parecer, de manera natural, sólo lo eliminan las nevadas y los fríos
extremos, tan escasos en nuestra zona tropical. Se ha probado con
chivos, cabras y animales de pastoreo, pero como sus hojas contienen una
pelusilla que fastidia en la lengua y el paladar, y su flor deja un sabor
amargo, los rumiantes prefieren alimentarse de la hierba o de las demás plantas que conviven con él. Quizás el mayor logro lo ha conseguido el
grupo de trabajo de la comunidad ecológica Waiá Sié, en el municipio de
Silvania, Cundinamarca, quienes conservan áreas de bosque mesófilo de montaña y
cuyos integrantes han desarrollado soluciones tecnológicas, ideando y
construyendo ingeniosas herramientas para hacer más efectiva su lucha contra
este flagelo ambiental. En el siguiente documento se detalla su trabajo: http://www.idin.org/sites/default/files/resources/Waia%20Sie.pdf
La verdad es que, a ciencia cierta, nadie ha encontrado una
fórmula efectiva para contener esta plaga invasora que tiene en jaque a 14
municipio del Oriente Antioqueño, pero que no solo es un problema de este departamento. Territorios ubicados entre los 900 y los 2.800 metros de altura
son propensos a tenerla, y ya se ha detectado su presencia en veredas de
diferentes regiones del país. Ya ha llegado a parajes de
la Sabana de Bogotá y a otras zonas de Cundinamarca. También a Santander, el
Valle del Cauca y el Eje Cafetero.
Si no promovemos una campaña agresiva e impactante, que
logre alertar a la mayor cantidad posible de ciudadanos, en la que se involucre
a todas las entidades que velan por la ecología y el medio ambiente, en pocos
años vamos a estar viviendo una tragedia incalculable. A la par con los
árboles, las plantas y los arbustos, perderemos varias especies de nuestra
fauna y numerosas fuentes hídricas.
También es apremiante regular su comercialización y su
siembra. Muchos incautos lo compran y lo plantan, y a otros les aparece en sus
fincas por generación espontánea; y unos y otros, seducidos por su belleza
engañosa, le permiten propagarse a su antojo sin ser conscientes del peligro
que encarna. Como sus semillas saltan más que Caterine Ibarguen (cuando
revientan sus vainas las semillas son lanzadas hasta 11 metros de distancia), y
como además es promiscuo (un metro cuadrado invadido por el ojo de poeta puede
contener más de 8.000 semillas), estas llegan hasta las bolsas y las materas
que contienen los diferentes árboles, plantas y plántulas de los viveros que
cultivan y venden el ojo de poeta, y en ellas viajan a conquistar nuevos
terruños.
El gobierno debería implementar un plan, liderado por los
ministerios de Ambiente y de Agricultura, para combatir al ojo de poeta, tanto
como como lo hace con la marihuana y la coca, y promover un proyecto de ley
para que su comercialización y su cultivo sean sancionados. También las
alcaldías de los municipios donde prolifera podrían promover campañas para
combatirlo, e incluso considerar aplicarle un descuento al predial de las
fincas con bosques que se encuentren libres de él.
Por último, sería conveniente organizar un encuentro nacional para que las entidades y personas que vienen trabajando para neutralizar esta planta invasora compartan experiencias y saberes, y se planteen directrices y estrategias. Hacerlo enriquecerá esta causa y la convertirá en un esfuerzo mancomunado para salvar a nuestros bosques. Repito: si bajamos la guardia, en menos de 15 años perderemos buena parte de nuestros bosques nativos, y como consecuencia directa se reducirán, de manera dramática, la flora, la fauna y las aguas, diezmadas por el ojo de poeta, que es –insisto– tanto como cualquier otra planta, la mata que sí mata.